Obras de Gabriel García Márquez

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo...", con estas palabras empieza una novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo.
Cien Años de Soledad es una novela clave en dos aspectos: en el que implica su exitosa aparición dentro del panorama de la literatura contemporánea, y en el que fundamenta el advenimiento de Macondo y la saga centenaria de los Buendía como ámbito de leyenda de referencia ineludible para compulsar la fascinante materia de los mundos novelescos.
Este ya clásico relato combina cada uno de los elementos que lo componen para revelar una dimensión estremecedora del tiempo en que los acontecimientos ocurren y del tiempo en que se narran. Ambos convergen en la plenitud sabia de este relato que avanza y retrocede de acuerdo con precisas y preciosas pautas narrativas, creando una correspondencia gozosa entre el acto de inventar y escribir, y el acto de leer e imaginar una historia, una novela, una renovada y admirable mitología.




Acaso sea Crónica de una muerte anunciada la obra más "realista" de Gabriel García Márquez, pues se basa en un hecho histórico acontecido en la tierra natal del escritor.
Cuando empieza la novela, ya se sabe que los hermanos Vicario van a matar a Santiago Nasar -de hecho ya lo han matado- para vengar el honor ultrajado de su hermana Ángela, pero el relato termina precisamente en el momento en que Santiago Nasar muere.
El tiempo cíclico, tan utilizado por García Márquez en sus obras, reaparece aquí minuciosamente descompuesto en cada uno de sus momentos, reconstruido prolija y exactamente por el narrador, que va dando cuenta de lo que sucedió mucho tiempo atrás, que avanza y retrocede en su relato y hasta llega mucho tiempo después para contar el destino de los supervivientes.
La acción es, a un tiempo, colectiva y personal, clara y ambigua, y atrapa al lector desde un principio, a pesar de que conoce el desenlace de la trama.
La dialéctica entre mito y realidad se ve potenciada aquí, una vez más, por una prosa tan cargada de fascinación que los eleva hasta las fronteras de la leyenda.





Dos historias hay en este libro. Una de ellas, apenas esbozada, es la de un amor secreto que culmina en la muerte elegida por un hombre que ha querido ponerse a salvo " de los tormentos de la memoria".
La otra historia es la de un amor que hace de esos tormentos su alimento. Un amor acechado por los enemigos: el deterioro físico, la vejez, la muerte, pero que es capaz, no solo de resistirlos, si no también de transformarlos en el ímpetu del deseo.
Una muchacha de dieciocho años rechaza al hombre de quien ha estado enamorada y con quien ha podido unirse. Mas de cincuenta años después, cuando ha muerto otro hombre con quien se ha casado para vivir un lapso de sucedáneos desdeñables, se reúne con aquel primer amor suyo a bordo de un barco que se llama Nueva Fidelidad.
La exacerbación del deseo se alía a la muerte y a la enfermedad porque se les parece: "Los síntomas del amor son los mismos del cólera".
En este relato infinitamente seductor, Gabriel García Márquez narra la obsesión del deseo con un arrebato que lo aparta de sus grandes novelas anteriores y a la vez lo acerca a ellas. A la circularidad del tiempo en Macondo, al enclaustramiento del tirano aislado en su poder demencial, sucede ahora la vigencia imbatible del deseo ahincado en si mismo. Un deseo que avanza hacia su origen en un movimiento del barco Nueva Fidelidad, que seguirá yendo y viniendo "toda la vida".




El coronel no tiene quien le escriba fue escrita por Gabriel García Márquez durante su estancia en París, adonde había llegado como corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a mediados de los años cincuenta.
El cierre del periódico para el que trabajaba le sumió en la pobreza, mientras redactaba en tres versiones distintas esta excepcional novela, que fue rechazada por varios editores antes de su publicación. Tras el barroquismo faulkneriano de La hojarasca, esta segunda novela supone un paso hacia la ascesis, hacia la economía expresiva, y el estilo del escritor se hace más puro y transparente.
Se trata también de una historia de injusticia y violencia: un viejo coronel retirado va al puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta oficial que responda a la justa reclamación de sus derechos por los servicios prestados a la patria. Pero la patria permanece muda...
En El coronel no tiene quien le escriba hay una aura de cosas no dichas, de medias luces, silencios elocuentes y milagros secretos, en que se define siempre o que se omite y resalta lo que quiere pasar inadvertido. Un soplo de misterio atraviesa el libro, que apenas tiene cien páginas, pero está envuelto en sombras luminosas. Pocos personajes de la novela latinoamericana seducen tanto como el viejo y maniático Coronel, que terminado el libro vive largo tiempo en la memoria. Es una especie de niño prodigio envejecido, loco y cuerdo, conmovedor y humano, maravillado y tragicómico. Tiene no sólo una personalidad sino un alma.
'El Coronel es una anécdota, pero ante todo un retrato. Nos lleva, no hacia un hecho, sino hacia un personaje, y en última instancia, una visión. (Luis Harss, 'Los nuestros'.)







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